Grace Cleave tiene 30 años, es soltera, escritora y vive en Londres. Su mundo se circunscribe a los límites de su apartamento. Está pasando unos momentos de crisis creativa cuando Philip Thirkettle la invita a pasar un fin de semana en su casa a las afueras de Londres, en la localidad de Winchley.
El matrimonio tiene dos hijos de corta edad, Sarah y Noel. Grace, que tiene problemas para desenvolverse con la gente y ser sociable se pondrá a prueba pasando unos días con estos desconocidos y conviviendo con ellos. El fin de semana nos ayudará a conocer los miedos e inseguridades de Grace y nos hará compartir con ella situaciones comprometidas y, en ocasiones, con cierto punto cómico. Durante todo el tiempo que dura la visita, además, la escritora recuerda pasajes de su infancia vivía en diferentes puntos de la geografía neozelandesa.
Apenas una semana me ha llevado leer esta novela. Reconozco que al principio me costó un poco arrancar, tropezaba con las descripciones que son tan extensas y detallistas que hacían que me perdiera y tuviera que releer. Pero eran tan hermosas que valía la pena. Así, poco a poco fui entrando en la sinuosa armonía de las palabras de Janet Frame y me fui volando “Hacia otro verano”, como ese pájaro migratorio que su protagonista dice ser.
Creo que son dos las razones que me han hecho devorar este libro. La primera es el recordar los paisajes neozelandeses por los que hace unos años dirigí mis pasos. Siempre es grato oír hablar de cosas que una conoce, está claro. El segundo motivo es el haberme identificado con la protagonista. A mí también me cuesta relacionarme con las personas. A veces siento, como dice Grace Cleave, que todos esperan que yo diga frases ocurrentes por el hecho de dedicarme a escribir.
Janet Frame, la autora, se desdobla en el personaje de Grace Cleave para narrar esta estupenda novela autobiográfica plagada de añoranza de su país natal y nostalgia por el pasado. Considerada una de las mejores escritoras del país de la gran nube blanca, junto con Katherine Mansfield, Frame fue candidata al Premio Nobel y atesoró durante su carrera múltiples reconocimientos y galardones.
Es esta una novela muy personal, tanto que la autora no quiso verla publicada en vida y sale a la luz algunos años después de su muerte. Se trata de un relato auténtico, plagado de imágenes poéticas y dotado de una impresionante sinceridad emocional. Frame vivió amenazada por la sombra de la locura. Eso se nota en esta novela, al menos leerla me ha hecho pensar en una persona de una sensibilidad extrema con un punto de surrealismo en su manera de pensar, en definitiva, un ser muy especial.
Janet-Grace observa a los Thirkettle y disecciona sus movimientos, actitudes, palabras… y todas y cada una de las situaciones a las que se enfrenta ese fin de semana analizándolas con asombrosa contundencia y lucidez. Las imágenes de la naturaleza de su país ponen la nota poética y de color. Los vívidos recuerdos de su infancia dan el toque sentimental y tierno.
El matrimonio tiene dos hijos de corta edad, Sarah y Noel. Grace, que tiene problemas para desenvolverse con la gente y ser sociable se pondrá a prueba pasando unos días con estos desconocidos y conviviendo con ellos. El fin de semana nos ayudará a conocer los miedos e inseguridades de Grace y nos hará compartir con ella situaciones comprometidas y, en ocasiones, con cierto punto cómico. Durante todo el tiempo que dura la visita, además, la escritora recuerda pasajes de su infancia vivía en diferentes puntos de la geografía neozelandesa.
Apenas una semana me ha llevado leer esta novela. Reconozco que al principio me costó un poco arrancar, tropezaba con las descripciones que son tan extensas y detallistas que hacían que me perdiera y tuviera que releer. Pero eran tan hermosas que valía la pena. Así, poco a poco fui entrando en la sinuosa armonía de las palabras de Janet Frame y me fui volando “Hacia otro verano”, como ese pájaro migratorio que su protagonista dice ser.
Creo que son dos las razones que me han hecho devorar este libro. La primera es el recordar los paisajes neozelandeses por los que hace unos años dirigí mis pasos. Siempre es grato oír hablar de cosas que una conoce, está claro. El segundo motivo es el haberme identificado con la protagonista. A mí también me cuesta relacionarme con las personas. A veces siento, como dice Grace Cleave, que todos esperan que yo diga frases ocurrentes por el hecho de dedicarme a escribir.
Janet Frame, la autora, se desdobla en el personaje de Grace Cleave para narrar esta estupenda novela autobiográfica plagada de añoranza de su país natal y nostalgia por el pasado. Considerada una de las mejores escritoras del país de la gran nube blanca, junto con Katherine Mansfield, Frame fue candidata al Premio Nobel y atesoró durante su carrera múltiples reconocimientos y galardones.
Es esta una novela muy personal, tanto que la autora no quiso verla publicada en vida y sale a la luz algunos años después de su muerte. Se trata de un relato auténtico, plagado de imágenes poéticas y dotado de una impresionante sinceridad emocional. Frame vivió amenazada por la sombra de la locura. Eso se nota en esta novela, al menos leerla me ha hecho pensar en una persona de una sensibilidad extrema con un punto de surrealismo en su manera de pensar, en definitiva, un ser muy especial.
Janet-Grace observa a los Thirkettle y disecciona sus movimientos, actitudes, palabras… y todas y cada una de las situaciones a las que se enfrenta ese fin de semana analizándolas con asombrosa contundencia y lucidez. Las imágenes de la naturaleza de su país ponen la nota poética y de color. Los vívidos recuerdos de su infancia dan el toque sentimental y tierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario