miércoles, 8 de julio de 2009

UN VIEJO QUE LEÍA HISTORIAS DE AMOR de Luís Sepúlveda


Sublime. Esta es la primera palabra que se me viene a la cabeza al haber puesto el punto final a este maravilloso libro. Supe de su existencia gracias a una información que vi en la tele cuando se estaba rodando la versión cinematográfica (que no he visto, como casi siempre) con guión del propio autor. Apunté el título en mi cuadernillo de libros que deseo leer pero, curiosamente, el título también quedó "apuntado" en mi mente.
El mes de marzo de este año, cuando ya colaboraba con Anika entre Libros, encontré esta reedición en una librería de Barcelona. ¡Uf! Justo ahora que no tenía casi tiempo, que tenía un montón de libros para leer y que mi economía anda tan en crisis como la del resto del universo. Siete euros no es mucho, pero el día había sido largo y la tarjeta había salido ya en muchas ocasiones del monedero. Además tenía infinidad de libros esperando para ser leídos... Pero no podía dejarlo, tuve un buen presentimiento.
Y me alegro de haber sucumbido a mi vicio confeso de devoradora casi obsesiva de buenos libros. Sin duda, el mejor que he leído en mucho tiempo. Con un lenguaje breve y conciso, Sepúlveda nos cuenta la historia de Antonio José Bolívar Proaño, el viejo que leía historias de amor, "del verdadero, del que hace sufrir". También es la historia de la Amazonía, del hombre que depreda y hace daño a la naturaleza, que destruye y altera sin compasión y que aparece encarnado en la figura del alcalde, de los buscadores de oro...
El viejo llegó a El Idilio, un pueblo de la remota región amazónica de los indios shuar de los que aprendió a respetar y a amar la naturaleza, a formar parte de ella. Allí vive en armonía con el medio del que forma parte y alivia su soledad con las novelas de amor que dos veces al año le trae Rubicundo Loachamín, el dentista. Una obra que destila sensibilidad, belleza, humor y humanidad... un canto a la Amazonía y al respeto por la naturaleza. Un libro espléndido que no llega a las 140 páginas... ni falta que le hace.

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