Vida
y opiniones del perro Maf y de su amiga Marilyn Monroe,
Andrew O’Hagan
Trad. Pilar Vázquez. Alba contemporánea,
Barcelona, 2012. 309 pp. 22 €
Maf es un perro de alta cuna,
descenciente de los nobles canes de la mismísima María Antonieta y ha sido
criado en la casa de Vanessa Bell, la pintora británica hermana de Virginia
Woolf. Con esos antecedentes, como no podía ser de otra manera, tenía que estar
predestinado a ser alguien en el mundo canino. Así que por esas cosas achacables
al destino o al azar este pequeño terrier abandona su hogar en la campiña
inglesa para viajar hasta los Estados Unidos. Lo llevará hasta allí la madre de
la actriz Natalie Wood que a su vez se lo venderá a Frank Sinatra que lo comprará
para regalárselo a la mismísima Marilyn Monroe, ahí es nada. Y como el que no
quiere la cosa el pequeño Maf, diminutivo de Mafia Honey, se convierte en el
ser más cercano a la mítica actriz durante los dos últimos años de su vida.
No es esta la primera vez que un escritor
convierte a un perro en el protagonista de su historia, en la voz que la narra.
Algunos hasta les han dado una personalidad bastante humana. El primero que me
viene a la cabeza es Mister Boones, el perro vagabundo del Tombuctú de Paul Auster en el que vivimos en primera
persona el día a día de los sin hogar, la dureza de la calle. O Stella, la
protagonista de Te daba por muerto de
Pet Nelson, uno de los ejemplos más
recientes, auque en esta ocasión ella más que un perro pensante es la
conciencia de su humano. Tampoco es la primera vez que un autor hace hablar a
perros, moscas, hormigas y otros seres vivos en un universo paralelo que
transcurre en la misma dimensión que la vida humana pero en una frecuencia
acústica diferente: los animales se comunican entre ellos pero el oído humano
no es capaz de entender lo que dicen.
Pero, aunque no es el primero, el perro
de Marilyn es diferente a todos ellos. Maf es un perro muy pero que muy cultivado,
con grandes conocimientos sobre arte, literatura, filosofía y demás parcelas
del saber humano. Tiene una personalidad fuerte y arrebatadora, un verbo
prodigioso, un excelente sentido del humor y un encanto físico que enamora.
Pero no es eso lo que lo hace tan especial, en realidad su mayor encanto es ser
el acompañante de una de las mujeres más hermosas, sexys y misteriosas del
siglo XX. Y es que todo lo que tenga que ver con la Monroe nos resulta
extremadamente atractivo a muchos. Eso y la inmersión del can en el faranduleo
hollywoodiense de la época que nos lleva a conocer desde su prespectiva a famosos
actores y directores de cine y hasta a algún que otro escritor, como la
controvertida Carson McCullers.
La voz canina sirve al autor para
reflexionar sobre temas tan trascendentes como la condición humana o la soledad,
casi siempre con humor no exento de una profundidad que hace pensar. Maf se
entrega a largas e interesantes disquisiciones que a veces son tan largas que
acaban dejando de ser interesantes. Este es un libro entretenido, con un ritmo
bastante ágil, pero que en ocasiones se atasca porque descoloca un poco que el
perro Maf suelte sus discursos sobre Freud o Nietzche sin ton ni son, en medio
de una reunión informal de actores antes o después de haber mordido a uno de
los invitados, por poner un ejemplo. Las notas a pie de página, del propio
perro, resultan un poco incómodas aunque también es cierto que nos hacen ver
con claridad que Maf es un poco repelente.
Me llama la atención la frase de John
Banville que aparece en la contraportada comparando este libro con grandes
obras maestras como Lolita o El gran Gatsby porque, según dice, la “novela es un canto a la inocencia” como
estas otras dos. Como que no. El libro está bien pero tampoco hay que pasarse.
Para los que busquen saber algo más sobre la vida de la Monroe en este libro,
desengáñense, ella es sólo un señuelo, el verdadero y único protagonista es el
perro.
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