Técnicas
de iluminación, Eloy Tizón
Páginas de Espuma, Madrid, 2013. 163 pp.
16,00 €
Siete años esperando un libro son muchos
años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que Eloy Tizón publicó su último libro. Todo ese tiempo han estado
esperando sus devotos lectores, muchos de los cuales lo son desde que leyeron Velocidad de los jardines (1992) que se
ha convertido en todo un clásico, en un libro de referencia para los amantes del
género. Y tras tan larga espera, como es de suponer, las expectativas creadas
por la aparición de sus Técnicas de
iluminación era mucha.
Reconozco que al acercarme por primera
vez a su obra, los dos primeros relatos de esta colección de diez me dejaron
algo confundida. Estas dos narraciones
bastante poco convencionales, tienen más de poesía que de cuento. Pero pese a
que no sabía muy bien a que atenerme, me dejé arrastrar por la lírica que
rezuman ambos escritos, por la cantidad de imágenes que el autor crea jugando
con las palabras, sugiriendo, seduciendo. Tal vez no acababa de entender su
significado porque la forma no me dejaba centrarme en la acción que por otro
lado me parecía algo surrealista, inconexa. Pero el pensamiento humano es así.
Vuela de un tema a otro, no es una línea contínua ni siempre es racional. Hizo
falta una segunda lectura para poder ver ese homenaje que el autor hace a Robert Walser y aquellos paseos suyos
por el paisaje suizo, o para seguir el periplo de esa familia en su huída.
Tizón
nos cuenta historias sencillas en
apariencia que siempre esconden algo más. Una fiesta en la que no se sabe qué
pasó, una caja cuyo contenido se desconoce… Da la sensación de que no comienzan
por el principio sino que ya están comenzadas, y tampoco tienen un final. El
lector debe entrar en el juego que le propone el autor, debe encontrar la pieza
que le falta al puzzle, poner en marcha la maquinaria de la imaginación
participando del relato de una manera activa. Mientras tanto, el escritor va
creando una poética de la cotidianeidad, desgranando su mirada lírica sobre el
mundo que le rodea.
En cuanto a los personajes, oimos su
conciencia, entramos en su cabeza para ver cómo se enfrentan a las diferentes
encrucijadas en las que los coloca el autor. Han de tomar decisiones. Se trata
de seres a la deriva que siguen adelante pase lo que pase. La luz aparece como
algo físico pero también como una metáfora, la de sentirse iluminado cuando uno
decide lo que debe hacer, cuando descubre quién es y cómo va a enfrentarse a
una disyuntiva. Y donde hay luz, necesariamente tienen que haber sombras. El
claroscuro de la mente, las zonas más oscuras de la naturaleza humana, sus
abismos en contraposición o como complemento de esas decisiones que nos ayudan
a ver la luz. Tras escribir Velocidad de
los jardines el listón quedó muy alto y eso a veces es complicado, puede
parecer que es mejor dejarlo así, que cualquier cosa que venga detrás no podrá
superar lo anterior. Pero no cabe duda de que, tras leer Técnicas de Iluminación el lector no se siente en absoluto
decepcionado. En mi caso empiezo a entender por qué Eloy Tizón está considerado como uno de los mejores cuentistas contemporáneos
en lengua castellana.
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