miércoles, 2 de enero de 2013

LA ALDEA DE F.

La aldea de F., Las Microlocas (Eva Díaz Riobello, Isabel González González, Teresa Serván, Isabel Wagemann) Dirección de literatura, UNAM, ediciones punto de partida, nº 9, México 2011. 198 pp.
María Dolores García Pastor
Allá por los años cincuenta, el escritor mexicano Juan José Arreola “fundaba” la aldea de F., le daba vida en su relato “El guardagujas” nombrándola por primera vez. Pero poco sabíamos de ella, apenas que había surgido de un accidente y que estaba llena de niños que jugaban entre la chatarra oxidada de un tren. No fue hasta mucho tiempo después que las Microlocas se instalaron allí llenando de vida el lugar, convirtiéndolo casi en un ser vivo que late y respira, y todo ello bajo la sombra protectora de la escritora Clara Obligado. Así nació este libro escrito a ocho manos por cuatro mujeres imparables que se atreven con todo, y que se aventuraron a habitar una aldea como la de F., a veces tan inhóspita y hostil, donde la vida y la muerte se dan la mano y conviven entre misterios y leyendas.
            ¿Pero a qué es a lo que se atreven?, se preguntará el curioso lector. Pues a través de sus microrelatos, estas cuatro escritoras conversan entre ellas, se responden y se complementan, y van más allá revisitando a los clásicos del género, les replican, les homenajean y crean mundos propios a partir de esos otros mundos ajenos. Sus lecturas paralelas cuajan en visiones muy personales que son, al mismo tiempo, complementarias y están unidas por una potente poética común. Y así el resultado, el total, es superior a la suma de las partes. Un particular realismo mágico, que recuerda a aquel otro de Cristina López Barrio en La casa de los amores imposibles, le da la mano a grandes dosis de un refinado humor negro. Las historias que nos cuentan son muchas veces perturbadoras, y mezclan en cantidades bien mesuradas inocencia y crueldad. Las narraciones en torno a esta aldea desbordan sensualidad, son atrevidas y transgresoras.
Leer La aldea de F. es subirse a un tren que nos llevará a través del imaginario de sus autoras y a invadir el de muchos otros. Un tren en cuyos vagones viajan Raúl Brasca, Ana María Shua, Oliverio Girondo o Andrés Neuman, y en el que hasta los clásicos infantiles del cuento tienen su lugar. Las Microlocas nos transportan en el espacio y el tiempo, hasta otro tiempo que no se encuentra en ninguna parte, alumbrando un libro dinámico, lleno de vida, que transpira sudor y está impregnado de otros muchos fluidos corporales.
Nos recibe a las puertas de esta aldea el prólogo de Clara Obligado, culpable confesa de la unión de hecho de las Microlocas. Ella, que conoce al milímetro las interioridades de este lugar, nos cuenta, entre otras muchas cosas, que el espíritu fundacional del libro busca “revisitar la literatura latinoamericana” llevando a cabo una “apropiación desde la península”. Partiendo de la creación individual de cada pieza, y llevadas por la dinámica de grupo  y la puesta en común que suele presidir los talleres de escritura, antes de La aldea de F. como ese todo compacto que es, hubo un proceso de debate y corrección conjuntos que constituye la esencia de la antología.
El libro nos ofrece la posibilidad de disfrutar de ciento cincuenta y cuatro microrrelatos divididos en cuatro partes que nos llevan a conocer los orígenes de F., o nos remiten a la muerte, el amor y la infancia. El diálogo interno de los microrelatos, las réplicas, reescrituras y homenajes que de textos propios y ajenos hacen las escritoras, nos sumerjen en un juego de espejos de posibilidades infinitas. Publicado en enero en México, llega a España para quedarse y, estoy convencida, que para hacer mucho ruido.
Reseña aparecida en el blog La Tormenta en un Vaso.

PALABRAS PARA UN TORO SIN VOZ

Palabras para un toro sin voz, Varios Autores
Ediciones Hades, 109 páginas, 12€
María Dolores García Pastor
Visto de manera objetiva todos estaremos de acuerdo en que hostigar, golpear, lancear y matar a alguien es un crimen. Pero cuando la víctima es un animal, concretamente un toro, hay quienes ven en ello tradición, arte y cultura. Algunos se preguntan qué tiene de artístico la tortura. Las tradiciones pueden cambiarse, adaptarse a los tiempos. Echando la vista atrás en lo que a tradiciones ancestrales se refiere recordaremos, por ejemplo, que en cierta época de la historia era “tradicional” quemar en hogueras a las personas acusadas de brujería y que una de las buenas costumbres de la antigua Roma era echar a los cristianos a los leones. Afortunadamente dejó de hacerse. A eso se le llama evolucionar aunque algunos se encierren en su caparazón y se nieguen a hacerlo. Cada año dentro de los festejos patronales de Tordesillas se celebra un torneo que consiste en la persecución, hostigamiento, tortura y muerte de un toro. Las calles de esta localidad se llenan de individuos que perpetran lo que a muchos les parece una barbarie, un verdadero anacronismo y un total sinsentido.
Pese a que no son pocas las voces que se alzan en contra de esta atrocidad, incluidas las de algunos habitantes de Tordesillas (que lo suelen hacer amparados en el anonimato) y reconocidos taurinos, desde instituciones como su Ayuntamiento o el Patronato se promueve y se protege. Por su parte quienes no están a favor de esta fiesta, que supone torturar cruelmente a un animal indefenso, ponen en marcha diferentes iniciativas año tras año para acabar con esta “tradición”, Palabras para un toro sin voz es una de ellas. Relatos, artículos, poemas y viñetas sirven para dar voz al toro de la Vega, para lanzar un grito colectivo contra la barbarie. En este libro gritan en nombre del toro de la Vega autores de la talla de Soledad Puértolas, Ruth Toledano, Emilio Silva, Luisa Cuerda, Asier Triguero, Fernando Delgado, Esther Tusquets, Rafael Narbona, José Luis Victoria, Fernando González “Gonzo”, Elvira Lindo, Nativel Preciado, Ricardo Muñoz José, Carlos Mañas, Ángel Padilla, Jorge Riechmann, Hugo Cardalda, José Luis Ordóñez, David Fernández Rivera, Ian Gibson, Vicent Jaume Almela, Javier Montilla, Eduardo Galeano y Julio Ortega Fraile. Le ponen imagen con sus dibujos Juan Kalvellido y Carlos Azagra.  
Una baza importante del libro es que ayuda a empatizar con la víctima. Algunos de los relatos nos meten en la piel del toro, como es el caso de “El hombre de la Vega” de Ricardo Muñoz José, que propone un cambio de papeles que hace del todo evidente la brutalidad de este festejo. También encontramos pequeñas joyas como el breve artículo de la recientemente fallecida Esther Tusquets que indaga en las raíces de su amor y su afán de protección y defensa de los animales, todo por “culpa” de su perrita Gabi. O el curioso diálogo entre Sinatra y Ava Gadner, en “A su manera”, donde José Luis Ordoñez imagina la reacción del mítico cantante cuando Ava, le cuenta lo que le hacen  a algunos toros en un lugar de Valladolid, una tradición aún “más cruenta” que torearlos. Como no podía ser de otra manera, Ian Gibson nos regala un dato histórico importante: Queipo del Llano, a su juicio el general más sádico de la Guerra Civil culpable de la muerte de miles de andaluces inocentes, nació en Tordesillas. ¿Dato significativo o simple curiosidad?
Todos los participantes en esta antología mixta se implican y hablan con el corazón. Y por si la calidad de los colaboradores y la componente reivindicativa no son suficientes alicientes para acercarse a este libro, habrá que añadirle el hecho de que puede que muy pronto se acabe convirtiendo en una especie de “incunable”. La razón es que circula en los medios la noticia de que a partir del año que viene “Difamar el torneo del Toro de la Vega tendrá multas de hasta 3.000 euros”. Entiendo por “difamar” hablar en contra de esta fiesta. Al parecer el Patronato, el ayuntamiento de Tordesillas y varias asociaciones vinculadas al mundo del toro han decidido que a partir de 2013, y según se desprende de los artículos 47 y 49 de la nueva ordenanza municipal que regulará el torneo, quienes lo desacrediten (a su juicio) ya sea de viva voz o por escrito, podrán ser multados con cantidades que pueden ascender hasta los 3.000 euros. Así que iniciativas como estas Palabras para un toro sin voz de la Plataforma “Manos Rojas” se enfrentarán a las penalizaciones que se impondrán desde Tordesillas. Hasta entonces, disfrutemos de esta iniciativa solidaria y reivindicativa en forma de buena literatura.
Reseña aparecida en el blog La Tormenta en un Vaso.



EL ARTE DE DESGRANAR ALUBIAS

El arte de desgranar alubias, Wiesław Myśliwski.Traducción de Francisco Javier Villaverde. 451, Narrativas, 2011. 414 pp., 21,50
María Dolores García Pastor
Poco a poco, con tranquilidad pero sin dejar que se diluya la atención del oyente, pasando de un tema a otro como las abejas cuando liban de flor en flor. Así cuenta Myśliwski esta historia, la del protagonista de su libro que es también la de todo un país, Polonia. Y es que El arte de desgranar alubias es también el arte de ensartar cuentas en un collar o el de explicar historias alrededor de un brasero o un cálido fuego. Cuando llega el frío, llega el momento de desgranar alubias al tiempo que se desgranan pequeñas historias que conforman toda una vida.
En primera persona, y a través de un monólogo que simula una conversación con un visitante, el protagonista de este libro deambula por su memoria. Y partiendo de sus recuerdos personales nos adentra en la historia polaca del siglo XX demostrando que es cierto aquello de que las historias más simples suelen ser las más profundas. Este fresco de la vida cotidiana polaca, de las luces y sombras del pueblo, nos hará seguir muy pendientes de lo que nos están contando.
Parece sencillo pero no lo es, todo lo contrario, puede resultar muy arriesgado. No es fácil hacer que el lector entre en el juego de convertirse en oyente y se quede a “escuchar” más de cuatrocientas páginas de un monólogo que simula un diálogo, ya que el narrador actúa como si respondiera a un supuesto interlocutor. Sin embargo, Myśliwski es capaz de crear esa magia, de hacernos permanecer callados escuchando las historias de su narrador mientras desgranamos alubias, y uno casi acaba deseando tenerlas entre las manos. Y así, sin orden ni concierto, simplemente dejándose llevar por sus recuerdos, el vigilante de los chalets al lado del lago nos cuenta mil historias. Sus perros, los propietarios de las casas que vigila, la guerra y la posguerra, la música, el trágico destino de su familia, su matrimonio... y poco a poco va construyendo todo un universo que hace referencia a los grandes temas universales: la vida, la muerte, el amor.
Este libro es, sin duda, una excelente manera de conocer a uno de los grandes narradores contemporáneos polacos que se traduce por primera vez al castellano. El arte de desgranar alubias le valió a su autor ser galardonado por segunda vez con el prestigioso Premio Nike. Y no es de extrañar. Su prosa es sencilla y delicada y sus páginas están plagadas de grandes frases que uno desearía haber escrito. Frases sencillas que nos remiten a pensamientos de gran profundidad y sensibilidad que nos hacen dejar de sacar durante unos segundos las alubias de sus vainas para disfrutar de lo que acaban de contarnos. Y los enfermos de las palabras, los letraheridos, he de confesar, nos detenemos a subrayar esas frases estupendas que se aprecian cuando se escuchan al calor de un buen fuego encendido o, en este caso, a través de la palabra escrita.
Reseña aparecida en el blog La tormenta en un Vaso.