domingo, 11 de septiembre de 2011

MI HERMANA VIVE EN LA REPISA DE LA CHIMENEA


Annabel Pitcher
Siruela, 2011
A veces me pregunto si no tendré una cierta predisposición al drama, un puntito masoquista que me hace disfrutar de los libros que narran historias tristes. Tal vez sí. El caso es que me gusta que las novelas que leo me hagan sentir, que sean capaces incluso de arrancarme alguna lágrima. Y, aunque parezca mentira, hay historias tristes que dejan buen sabor de boca. El mundo es un lugar inhóspito y cruel, se vive y se muere, se sufre… y el gusto de boca que nos deje una novela que habla de cosas tristes dependerá de la manera en la que trate el tema el autor.
Llegados a este punto me maravilla que algunos escritores sean capaces de convertir una historia extremadamente dramática en algo tierno y conmovedor, en ocasiones hasta divertido. El argumento es simple y muy actual: una familia queda destruida tras la muerte de una de sus hijas en un atentado islamista. La madre los abandona al no poder superar la pérdida y el padre junto con los dos hijos que aún les quedan ha de comenzar una nueva vida. El hijo menor, Jamie, de apenas diez años es el que narra la historia. No es fácil ponerse en la piel de un crío sin hacerse pesado o sin restar verosimilitud a lo que cuenta. Creo que Pitcher consigue crear un personaje con una voz que resulta creíble además de ser muy cercana.
De la mano de esta autora entramos en la vida de una familia destrozada que se revela incapaz de superar la muerte de Rose. La lucidez y la sabiduría de los niños contrasta con el egoísmo de sus padres que, sumidos en la tristeza, son incapaces de ver más allá, de sobreponerse a la pérdida por esos otros hijos que los necesitan. Junto a Jamie está la omnipresente figura de su gato Roger que proporciona algunos de los momentos más tiernos de la trama y, sin duda, uno de los más tristes. No es un novelón pero engancha, seduce y deja buen sabor de boca pese a lo duro que es lo que nos cuenta.